Las vacas y el viento (D. Bisset)
Había una vez unas vacas tumbadas a la sombra de un árbol en un prado. Estaban comiendo hierba y trébol, y el suave viento del sur soplaba a su alrededor, y las vacas estaban tan calentitas, tan agradables.
- ¡Qué viento tan agradable! - se decían mientras masticaban la verde hierba. - Deberíamos darle algo. ¿Pero qué?
- Ya sé -dijo la vaca roja-. - Comprémosle un cálido abrigo de piel para que se proteja del malvado y frío viento del Norte.
- No, no, eso no servirá de nada -dijeron las otras vacas-.
- Será mejor que hagamos esto -dijo la vaca blanca con manchas negras-. - Le pediremos al Gallito, que está en el tejado de nuestra iglesia y nos enseña por dónde sopla el viento, que se vuelva en cuanto sople el Viento del Norte. Entonces el Viento del Norte girará hacia el otro lado y volará de vuelta al Polo Norte. Y nuestro Viento del Sur favorito se quedará con nosotros para siempre.
- Es una gran idea. - estuvieron de acuerdo todas las vacas. Y le dijeron al Gallo del Tejado, que científicamente se llama veleta:
- Querido Gallito, te lo pedimos mucho, cuando oigas que viene el Viento del Norte, por favor, gira no hacia el norte, sino hacia el sur, para que este hombre malvado vuelva volando.
- De acuerdo, lo intentaré", respondió el Gallo en el Tejado. Aquella tarde, cuando las vacas paseaban por el prado, el Viento del Sur amainó de repente y un viento frío llegó desde el norte a través de los campos.
Era el Viento del Norte, que se acercaba y decidió congelar a todo el mundo. Volaba a través de icebergs, a través de mares helados desde el lejano Polo Norte y hacía realmente mucho frío.
- ¡Ooh-ooh-ooh-ooh-ooh! - rugió el Viento del Norte. - ¡Os voy a congelar a todos!
Pero el Gallo en el Tejado no dormitaba. Se tomó un momento, mientras el viento agitaba y mecía los árboles, y empezó a darse la vuelta lentamente.
No era fácil hacerlo, pues el viento del Norte soplaba muy fuerte.
Finalmente, Gallo sobre el tejado consiguió dar la espalda al norte.
En cuanto el Viento del Norte se dio cuenta de que la veleta apuntaba hacia el sur, exclamó
- ¡Maldita sea! No soy el Viento del Sur, ¡soy el Viento del Norte! Debo de haberme perdido.
Sopló hacia atrás y se encontró en el Polo Norte.
- ¡Qué maravilla! - dijo. - ¿Qué voy a hacer ahora, soplar hacia delante o hacia atrás? O mejor me voy a dormir. - Y el Viento del Norte se fue a dormir.
Mientras tanto, las vacas volvieron a casa y cogieron más trébol y hierba.
Y en los campos y prados volvió a soplar el suave Viento del Sur.