El íbice o cabra salvaje de los Alpes Capra ibex
El íbice alpino o cabra salvaje de los Alpes (Capra ibex) es un bóvido de la subfamilia Caprinae presente únicamente en la cordillera de los Alpes. También pertenece a esta especie la cabra de Nubia y la asiática, aunque es más frecuente considerarlas especies separadas bajo los nombres de Capra nubiana y Capra sibirica. Otras especies emparentadas son la cabra montés (Capra pyrenaica) de España y la cabra bezoar (Capra aegagrus aegagrus) del Oriente Medio, de la que desciende la cabra doméstica.
El íbice alpino es un hermoso miembro del género ibex que sólo puede verse en los Alpes. Vive en altitudes de hasta 3.500 metros y se encuentra perfectamente en el borde del bosque. Como todos los íbices, es un excelente escalador y puede dar saltos magistrales en acantilados escarpados. Curiosamente, cuando las cabras montesas van a abrevar o a mordisquear la hierba seca, seguramente dejan a una cabra montés para advertir a todos del peligro inminente.
El íbice alpino es un animal bastante grande: un macho adulto puede pesar hasta cien kilos con un metro y medio de altura aproximadamente; las hembras son mucho más pequeñas: su peso rara vez supera los 40 kilos. Los poderosos cuernos de los machos pueden alcanzar más de 1 m de longitud. Desempeñan un papel importante durante la época de celo, en noviembre y enero, cuando los machos, que suelen vivir solos, se unen a grupos de hembras. Es entonces cuando tienen lugar las batallas serias del torneo entre los animales. El macho victorioso vive en el harén hasta la primavera, y en junio cada hembra da a luz a 1-2 (raramente 3) cachorros. Durante la primera semana, los cachorros se esconden en las rocas y la madre viene a alimentarlos, aunque pueden seguirla desde el primer día si es necesario. Las cabras se alimentan de la leche de su madre durante aproximadamente un año. Posteriormente, las hembras permanecen en la manada, mientras que los machos la abandonan y forman manadas de solteros.
En la actualidad hay entre 30 y 40 mil cabras montesas en los Alpes, pero es posible que se hayan extinguido desde principios del siglo XIX. El hecho es que los huesos, el pelo, la sangre e incluso las heces del íbice alpino tenían antiguamente la reputación de tener el poder mágico de curar a los enfermos, y por eso el íbice alpino era cazado siempre. En 1816, sólo quedaban unos cien, e incluso éstos sólo se han conservado en el Gran Paradiso italiano. El silvicultor Josef Zumstein y el naturalista Albert Girtanner consiguieron convencer a las autoridades para que conservaran al menos estos animales. En 1854, el rey Manuel II tomó los animales bajo su protección. Les tenía mucho cariño y no permitía que los sacaran del país. Sólo en 1906 se introdujeron de contrabando en Suiza varias cabras.