El walabí de las rocas de patas amarillas Petrogale xanthopus
Apariencia
El walabí de las rocas de patas amarillas (Petrogale xanthopus) es una especie de marsupial diprotodonto de la familia Macropodidae. Es una de las especies de canguros de colores más vivos. Tiene un pelaje muy grueso y hermoso que mantiene al animal caliente en invierno y alejado del calor en verano. La parte superior del cuerpo es de color grisáceo, el vientre y los costados son blancos y las extremidades delanteras y traseras de color amarillo brillante; su cola también es amarilla, y toda su longitud está variada por rayas transversales de color marrón-negro y rojo; su longitud varía de 57 a 70 cm. El walabí alcanza una longitud corporal de 48-65 cm y pesa entre 6 y 11 kg. Las bien desarrolladas patas traseras tienen una longitud de 12-17 cm. Sus suelas son anchas y los dedos tienen garras largas y afiladas, lo que permite al walabí destacar en las rocas.
Estado de conservación y área hábitat
Afortunadamente, la caza del walabí es ilegal hoy en día, y sólo quedan unos 5.000 ejemplares. Los canguros tienen una pequeña población en el oeste de Nueva Gales del Sur, y están presentes en pequeñas cantidades en Queensland, el este de Australia del Sur y el noroeste de Victoria. Por su hermosa piel, estos canguros fueron capturados y asesinados en gran número. Actualmente, el walabí está catalogado como especie vulnerable en la Lista Roja de la UICN. Prefieren alejarse de los humanos y vivir en zonas rocosas inaccesibles. Las principales amenazas para estos animales son los zorros y, sobre todo, las cabras asilvestradas, introducidas por los europeos. La vegetación en las montañas ya es escasa, y son las cabras las que pueden competir con el walabí por el alimento. Curiosamente, las hembras son capaces de expulsar a sus crías de sus bolsas durante la sequía severa y con poca comida para sobrevivir en estas condiciones. En 1979, el National Parks and Wildlife Trust, una organización conservacionista australiana, compró 100 kilómetros cuadrados de terreno en Nueva Gales del Sur y se estableció allí una reserva, expulsando a todos los zorros y cabras. Esto ha dado sus frutos y, desde 1995, el número de los animales ha aumentado de forma constante, lo que da esperanzas a la conservación de la especie.